Hoy se cumplen 43 años de que el radiotelescopio Big Ear de la Universidad Estatal de Ohio recibiera la señal del cielo a la cual una anotación del físico Jerry R. Ehman y el impulso mediático dieron fama con el nombre de WOW!
El 15 de agosto de 1977, los astrónomos que utilizaron el radiotelescopio Big Ear de la Universidad Estatal de Ohio detectaron el famoso «¡Guau!» señal , que hasta el día de hoy es una de las pruebas más sólidas de que no estamos solos en el universo.

Algunos todavía creen que la señal WOW! es evidencia de que la especie humana no es la única en el universo capaz de construir artefactos como radiotransmisores. Pero el doctor Seth Shostak, astrónomo del Instituto SETI, dice que lo más probable es que su origen estuviera en nuestro planeta.
“Se recibió en una frecuencia del espectro radial en la que hay muchos transmisores. Aeronaves militares pudieron ser los transmisores”, le dice al Diario en una charla por Zoom.
A pesar de las décadas de búsqueda “no hemos encontrado ninguna evidencia concluyente y convincente de existencia extraterrestre”, ni siquiera microbiana, advierte.
Y eso que los expertos de SETI —instituto de investigación científica sin fines de lucro que se dedica a explorar, comprender y explicar el origen y la naturaleza de la vida en el universo y la evolución de la inteligencia— están abiertos a hallar las formas más variadas de seres inteligentes. Incluso no vivos.
“Podría ser que los aliens se convirtieran en algo que se mejorara a sí mismo, en la inteligencia de las máquinas. Una señal podría venir de una máquina”, argumenta Shostak.
Historia de la señal WOW!
Cuando en 1977 el doctor Ehman encerró en un círculo rojo la secuencia 6EQUJ5 y escribió a su lado “WOW!”, el radiotelescopio Big Ear llevaba 14 años operando en terrenos que la Universidad Wesleyan de Ohio había autorizado ocupar a la Estatal de Ohio.

Así funcionaba el Big Ear
En su primera década, el instrumento, con un tamaño superior a tres campos de fútbol americano, se dedicó a registrar la ubicación e intensidad de fuentes de radio de banda ancha (como son casi todas las siderales, por ejemplo las que emiten de manera natural galaxias y cuásares). Al completarse ese proyecto los científicos se enfocaron en detectar transmisiones de banda corta (por lo común generadas artificialmente), que pudieran tener origen extraterrestre.
El doctor Ehman revisaba cada tres o cuatro días los valores procesados por la computadora IBM 1130. Al analizar los datos del 15 de agosto notó una secuencia de letras y números que, según escribió en su reporte del suceso, reconoció de inmediato “como el patrón que esperaríamos ver de una fuente de radio de banda corta de un diámetro angular pequeño en el cielo”.